El día de hoy me levanté demasiado entusiasmada, después de una ardua batalla con el encierro de la pandemia. – Días antes la Universidad se comunicó conmigo para darme mi horario, avisarme los protocolos de llegada y lo necesario con lo que tenía que contar para proteger mi salud. – Cuando llegué todo me parecía nuevo, tantos años sin estar en presencial y, sin embargo, no hay manera de que se te olvide como van ordenados los salones.
Lo que me agrada bastante es como no puede faltar el reglamento escolar en cada salón. En cuanto llegas, tu profesor ya está esperándote ahí, con sus buenos días y pidiéndote minutos para poner en orden la clase. Lo que me encanta es que comienzan las clases dando una presentación de su carrera profesional y de toda su trayectoria laboral, me gusta cómo están llenos de experiencia y las tantas cosas que han hecho; hasta te inspiran a querer ser un día como ellos.
Después te explican tan bien las clases y, sobre todo, se aseguran de que entiendas a la perfección. Te preguntan constantemente que si entendiste o te repiten con más calma, pero siempre preocupándose de que estés entendiendo al cien.
Para mí, las clases presenciales son 10/10. Pero algunas aún se manejan por el lado virtual, sin embargo no pierden su calidad, igual se preocupan porque estés escuchando bien y entendiendo. La atención siempre es demasiado buena por parte de todos y su plus que agrega la escuela es que siempre hay un vigilante de coordinación en cada sesión, por cualquier problema o inconveniente.
Por lo que veo en mi regreso a clases, jamás me arrepentiré de haber escogido Universidad ICEl. Me hacen pasar los mejores días, el mejor ambiente y la mejor educación.